Luces de neón, palabras, herramientas y alzaprimas han sido el sello de la obra de Gonzalo Díaz desde la década del ochenta: cuando dejó la pintura por el concepto, el soporte por el contexto y el pincel por la urgencia.
Sin embargo, después de cuarenta años, nos sorprende al señalar su deseo de volver a pintar y retorna a la pintura como hijo pródigo, como quien vuelve a su casa de infancia, al inicio de todo, a saldar cuentas o cerrar ciclos.
Este retorno a la pintura es una vuelta a lo placentero, al goce del color y la sensualidad de los cuerpos, y una oportunidad para volver a ver un conjunto de obras realizadas en un período determinante de su trayectoria como artista, porque para él la pintura es la lengua madre y un viaje secreto. Son cinco años marcados por su viaje a Florencia, por el uso de spray y plantillas, por la aparición de la chica Klenzo y por el retorno de la pintura a la escena local.
Esta exposición es nuestro homenaje a Gonzalo Díaz pintor.