«En mi trabajo hay un continuo, podría llamarlo también variaciones sobre un mismo tema. Pequeños capítulos que apuntan casi siempre a lo mismo. Son espacios cerrados, marginales, de minorías. Uno aprende a transitar por mundos que son más cercanos de lo que se imaginaba, es como si siempre hubiese conocido el camino.
Como mujer estoy subordinada a un espacio determinado que me resulta natural explorar: lo marginal. Una necesidad de desatar amarras.»
Textos sobre las series
«Con esta serie, Errázuriz indaga en el oficio de los trabajadores sexuales, pone en escena su transformación cosmética, la construcción prostética de estos cuerpos amantes de la esquina. Con su cámara, la artista interviene las recámaras desde donde ellos producen una sofisticada revisión iconográfica del cuerpo sexuado. Porque La manzana de Adán no esconde la histórica parafernalia necesaria para feminizar un cuerpo, para instalar un signo que ocupa ahora una superficie epidérmica a la que no le ha sido asignado. Desde su propio título, La manzana de Adán hace referencia al uso de la cinta de terciopelo, esa prótesis que oculta la protuberancia capaz de delatar el travestismo de un cuerpo.»
Javier Guerrero
«Las fotografías de El infarto del alma no son en estricto rigor imágenes de la locura, porque la locura no es algo que pueda pasarse por el tanque de un revelador y salir convertida en imagen, y si la hubiera, entonces la locura ya no estaría allí. Por eso mismo, porque es inaprensible, no dejamos de preguntarnos incansablemente por ella. Y eso hace Paz Errázuriz con sus fotos, ofrecerlas como un espacio de acogida que acepta hospitalariamente el arribo de un cuerpo extraño, no para dejar caer sobre él una sanción taxonómica sino para explorar aquello que pasa entre un cuerpo y otro, incluido el de ella misma, incluido el de nosotros mismos. ¿Y qué es aquí ese cuerpo extraño? Ya no la locura sino el amor. De las treinta y ocho fotografías que componen el libro, treinta y cinco corresponden a parejas surgidas en el encierro.»