Buscamos por doquier lo incondicionado, y encontramos siempre sólo cosas. Esa es la frase de Novalis que recupera Gonzalo Díaz en la instalación “Al Calor del pensamiento.” Según Sergio Rojas, no podemos dejar de percibir aquí una nota de la especial y poderosa experiencia de la finitud que sería propia del romanticismo (“la demanda de lo incondicionado”, nos recuerda el autor, “es la manera en que lo humano experimenta la caducidad de la existencia”). Sin embargo, la patética de lo material y de la finitud que exige las mayores sublimaciones aparece en la obra de Díaz en un sentido inverso, como si se tratase de exhibir la insuficiencia del sujeto con respecto a la materia o a la densidad inalcanzable de las cosas.
“…lo que se pierde en castellano y que tiene el alemán es (…) que en alemán la palabra incondicionado contiene cosas”, dice Gonzalo Díaz a propósito de esta obra: “Es como si en castellano tuviera que decir buscamos por doquier lo incosificado, lo que no puede nunca tener cuerpo, y encontramos siempre solo cuerpos, cuerpos grávidos.”