Un nocturno, por definición, es una composición musical sin forma específica que suele interpretarse de noche cuando la falta de luz agudiza los sentidos y enciende nuestros pensamientos. Un nocturno, visualmente, puede ser un incidente estético, una imagen sombría donde estallan luces. En esta ocasión, una habitación iluminada solo con objetos hechos de luz, suspendidos en la oscuridad, es un nocturno con puertas, sillas, mesas, espejos en los muros y un pozo, en el fondo, como un gran salto al vacío. Un famoso pintor escribió –luego de presenciar un bombardeo– que un nocturno es ante todo un arreglo de línea, forma y color. Un nocturno es ante todo un problema que intento resolver. Un problema –debemos agregar– entre luces y sombras: sombras chinescas, sombras eléctricas, sombras que inquietan, cuando the night became voice, the light became word. Las palabras reverberan y se hacen sombras con luces de neón, luces fluorescentes, luces que son líneas de color, pues quien trabaja con luz construye sombras.
Para Iván Navarro la luz es una forma en el espacio, una nota que se hace tocar y una manera estratégica de capturar nuestra atención. Como polillas ensayando su muerte nos acercamos a un tubo flourescente prendido siempre –según un poeta– para que los borrachos se mantuvieran despiertos en un boliche, en una galería de arte, en una pieza oscura, ante un problema. Para que, sin poder ver, estando encandilados tuvieramos que escuchar… Please listening: el parpadeo del partidor, el zumbido del neón, la transmisión de corriente, la circulación de energía y el movimiento de un trompo metálico en un giro interminable. Y, detrás o más atrás de estos sonidos iniciales, retumban – más bajos pero más profundos– otros ruidos que son otras voces. Entre todas ellas, logramos distinguir emergiendo de estas obras: las preguntas formuladas frente a un espejo antes del interrogatorio; el clamor de un pueblo antes de ser callado; los gritos de un cuerpo sobre una silla eléctrica antes de la agonía final y las últimas palabras dichas en voz alta –sin saber que eran las últimas– antes de morir asesinado. En esta sucesión de sonidos, se escuchan también disparos, explosiones y bombardeos pero, más lejos aún, se escucha todavía la melodía de una canción que no ha dejado de sonar.
Imagínese esta exposición como un pentagrama donde cada objeto es una nota, un sonido que se expresa en el espacio, una pieza musical que es una pieza oscura, en un abrir de ojos brillantes y un cerrar de ojos opacos.